miércoles, 14 de octubre de 2009

Capítulo 2

La Princesa Desterrada

La puerta de Las Tres Escobas estaba entreabierta. No sabía exactamente cómo había llegado hasta allí, tal vez de dejó guiar por sus instintos, o tal vez fue su enorme intelecto de bruja superdotada. Decidió entrar a tomar algo, llevaba días sin descansar siguiendo a su querida águilita.

- Un poco de cuidadito, que estoy entrando.

La mujer madurita con la que acababa de tropezar se la quedó mirando con extrañeza, llevaba un enorme tejón obeso entre los brazos y por el golpe se le había resbalado. La pobre mujer tuvo que hacer un enorme esfuerzo para volver a aupar al tejón.

Esa bruja de treinta y nueve años y de cabellos rizados y negros había hecho un largo viaje sin apenas percatarse. Todo comenzó en la corte del Rey de Francia, hacía unos días...

La Princesa Rowena Ravenclaw era muy conocida en el palacio del Rey. Era su hija predilecta, alguien a quien no le podía faltar de nada, su ojito derecho. Los cortesanos lo sabían, por eso solían consentirle todo.

Hacía unos años se descubrió que la hermosa princesa era bruja, desde entonces, cuando recibió su varita mágica, todo había ido a peor.

Ella quería practicar sus hechizos para demostrar a su padre lo inteligentísima que era. Sin embargo, los cortesanos habían visto como la princesa dejaba el caos allá donde practicaba magia. Desaparecían torres del palacio, habitaciones enteras acababan inundadas, algunos guardas acababan calvos y otros con dedos de más.

El Rey aplaudía sus hazañas. Los maestros de la princesa Rowena le habían regalado una diadema de plata con zafiros incrustados para animarla a estudiar y aumentar su coeficiente mental, sin embargo todo salió al revés: la princesa creyó que por poseer la diadema era la persona más inteligente del mundo.

- Hazlo como te digo, que yo soy la lista -solía repetir una y otra vez.

Un día todo lo que podía salir mal salió peor. La princesa acudió a su padre para mostrarle un nuevo hechizo.

- ¡Genial hijita mía! Muéstrame ese hechizo que dices, pues.

- Enseguida papi, la nenita te tiene preparada una sorpresa, con esta diadema he descubierto un nuevo hechizo, ¡puedo hacerte inmortal!

El Rey se asombró tanto que se prestó a ser el sujeto del experimento. La princesa apuntó con su varita a su padre y lanzó un hechizo de luz azulona.

Inmediatamente el Rey se transformó en un sapo.

- ¡Croac!

- ¡Papi! -gritó Rowena acercándose a su padre- esto es normal, es un efecto secundario, lo sé yo que soy la lista... pero ya verás, ¡ahora no puedes morir!

La princesa cogió al sapo y lo tiró por la ventana. El Rey cayó y cayó hasta llegar al suelo del patio de piedra. Rowena bajó las escaleras de mármol y se encontró con el sapo espachurrado contra el suelo.

- ¿Papi?

Pero el sapo no se movía. Rowena le dio una patadita suave para ver si reaccionaba.

- ¿Papito?

- No se preocupe majestad -dijo uno de los miembros de la corte real acercándose a ella-, seguro que está dormido...

- No sé... está un poco plano ¿no? y las tripas esparcidas por todo el patio... pero es cierto, está durmiendo, tiene los ojos cerrados, lo sé porque soy la lista.

- Sí, sí... muy lista... ande, venga conmigo...

Lo último que recordaba Rowena de su palacio eran las puertas de entrada, en ese momento sintió un fuerte golpe en la cabeza que le hizo perder el conocimiento.

Tenía muchas lagunas en la memoria cuando despertó, días más tarde, en medio de una cañada llena de barro y ranas.

- ¿Papi? ¿sois mis papis?

Pero el grito de un cuervo le llamó la atención. El ave estaba posada sobre la rama más baja de un sauce, el sol estaba detrás, así que Rowena pensó que el cuervo brillaba con luz propia.

- ¡Hola aguilita! desde hoy serás mi mascota, te llamaré emm... ¡te llamaré Cosi! ¿Sabes cómo se vuelve al palacio, Cosi?

El cuervo comenzó a volar bajo y Rowena lo persiguió durante días.

Así es como había llegado hasta Las Tres Escobas, un local de copas anclado en un misterioso valle escocés, junto a un gran lago. Rowena estaba convencida de que con su enorme inteligencia lograría volver a su palacio, en cuanto encontrara el norte, al parecer se escondía bien, porque la princesa desterrada lo había estado llamando por el bosque pero no apareció en todo el viaje...

- ¡Que es para hoy, princesita! ¿Entras o no? que mi Bolo se está haciendo pipí desde hace tres horas...

- ¡Oi! ¡me has reconocido! ¿has visto al señor Norte?

La señora madurita dio un brusco empujón a Rowena y salió corriendo hacia el baño. En ese momento Rowena Ravenclaw se fijó en un hombre alto y musculoso que estaba sentado en la barra, con los brazos desnudos marcando bíceps, de cabellos largos y rojos oscuros como el fuego y una espada brillante.

- Mmm... creo que ya sé a quién peguntar sobre el señor Norte...

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